miércoles, 4 de diciembre de 2013

Batallitas. Dos anécdotas sin pistas de lo épico

A continuación un relato sin traza alguna de epicidad. Un cuento experimental de Sylvia Simioni: ¿Cuál es la continuidad profunda que une las dos breves escenas, aparentemente inconexas?

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NO CREO QUE ESTO FUE LO QUE QUISO DECIR PAT BENATAR CUANDO DIJO QUE EL AMOR ES UN CAMPO DE BATALLA

A ver, a ver, a ver. Voy googleando… ‘citas online… tribu shuar ecuador’.

“¡BIENVENIDOS a AyúdameCupido.com! ¡Encontrar a esa personal especial en tu vida nunca ha sido tan fácil! Con decenas de miles de mujeres y hombres solteros ya registrados, estamos seguros de que encontrarás a alguien para ti. ¡PRESÉNTATE YA!”

Vale.

Se busca hombre o mujer—yo no soy exigente, eh—mayor de veinte y pico años de edad.

Le debe gustar las cabezas reducidas y esas estatuillas hechas de palma de chonta que son utilizadas para los sacrificios humanos. Si tiene su propia cabeza encogida, un punto a favor. Preferido los prisioneros de guerra aunque esto no es obligatorio. ¿Campesinos? Aceptables, como aperitivos. ¿Doncellas? Venid conmigo, nenas. ¿Reyes guerreros o rivales hasta literalmente la muerte? Lo ideal. No estoy opuesta a una cena vegetariana de maíz y yuca, pero si los dos estamos de buen humor, siempre se me antoja una pierna o un brazo de bebé recién nacido en el asador. Cuanto más joven esos rollos de grasa, sazonados con las lágrimas de su madre doliente, mejor. Vamos, vamos al templo—rodarán las cabezas. Nos vemos cerca de la cuenca de Pastaza cuando el sol se ponga. Seré la chica guiñando con el cuchillo de cobre.

Espero que alguien conteste pronto.


VALERIA Y DOLLY ‘PARDON ME’
ESCUCHAN LAS SINFONÍAS FANTASMALES

En una tarde otoñal, en un domingo no tan lleno de promesas ni obligaciones ni quejas, decidió Valeria Vargas visitar el cementerio de la Universidad de Virginia. Fue con su amigo a quien llamaban Dolly ‘Pardon Me’—era ejecutante travesti del suroeste del estado, lo que significaba que era un espécimen de humano aparentemente erróneo pero sagrado.

Valeria lo consideró un honor ser su amiga.  

Entraron y vieron que había una parte considerable de terreno en el cementerio dedicado a los generales confederados de la Guerra Civil del siglo XIX. Había una placa a la entrada del lote que dijo: “El Destino les negó la Victoria pero los vistió en una gloriosa Inmortalidad.” Valeria pensó en la sensación de escalofríos, se imaginó su piel hecha como gallina, pero ninguna de estas dos se realizaron. Si ella se estremeció, era porque tenía frío, aunque sí, la placa le puso de mal humor.

“No encuentro nada sobre los unionistas,” dijo Dolly.

Mientras los dos estudiantes—uno gay, pobre y gringo, y la otra mujer, pobre y latina, los dos afortunados de ser del siglo XXI—pasaron por cada piedra sepulcral, la colina boscosa por donde viven sirvió como una tumba sin nombre de los cientos de esclavos que construyeron los edificios de la Universidad bajo el mando de Jefferson en el año 1819. Todos los días, los chicos de pregrado pasan por un puente bajo el cual están enterrados unos cadáveres que pertenecieron en algún tiempo a personas como tu y yo.

La administración de la amada U.Va. parece no darse cuenta.

Oh, y también es un delito grave—¡un crimen!—en nuestra gran Mancomunidad visitar un cementerio de noche, pero aún siguen tocando esas sinfonías fantasmales que suelen ser escuchadas por los vivos curiosos.

“Mira,” notó Valeria, “esta piedra dice, ‘Aquí descansa una mujer más hermosa.’”

Maridos respetuosos, esposas fieles, profesores renombrados de la medicina, el latín, la filosofía, las matemáticas. Versos cristianos, fantasmas que entran en el cuerpo, que te dan la mano, que juegan con un trompo. Un padre junto a un hijo junto a su hija. Placas para niños y mascotas. Un ramo de flores frescas para una caja de madera de 150 años de edad.

Algunas lápidas mostraron símbolos masónicos, otras la marca de sociedades clandestinas cuyos miembros no se revelan hasta que están muertos. Después de que Valeria y Dolly encontraron la humilde parcela del primer presidente de la Universidad, sintieron que el suelo era suave, y sus zapatos empezaron a hundirse en la tierra. Alguien había sido enterrado en agosto.

Sylvia Simioni 2013 


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